Saludos a cada uno de ustedes. Esperamos que estén bien.
Recientemente estuvimos trabajando con un grupo de líderes y pastores que representan a más de veinte comunidades e iglesias diferentes. Fue de ánimo observar el deseo genuino de los pastores de discipular, enseñar, ayudar, desarrollar e impulsar intencionalmente a la nueva generación de líderes en sus iglesias.
Sin duda todos hemos observado cómo algunas iglesias “permiten” el desarrollo de nuevos líderes “a pesar de” la falta de ayuda, apoyo y acompañamiento de sus pastores. Es algo muy diferente cuando este proceso tiene sus raíces en la iniciativa de los pastores, los “ovejeros”, de acompañar y animar intencionalmente a otros en su desarrollo.
A lo largo de estos últimos años ha sido una bendición ver a un buen número de hermanos líderes, “ovejeros” de corazón, en diferentes lugares desarrollando este tipo de liderazgo dinámico de discipulado. Eso nos hizo pensar en una parte, entre otras, del libro Las Lágrimas en el Camino de Mileto que ha servido de estímulo y ayuda para varios en este proceso. Lo siguiente proviene de las páginas 57-61.
Fundamentos del Liderazgo en la Iglesia
En cada congregación debería encontrarse el tipo de líder al que quisiera llamar “ovejero”. ¿A qué me refiero con esto? En nuestros tiempos nos hemos acostumbrado a usar la palabra “pastor”. En realidad la palabra “pastor” es la mejor, sin embargo, hemos perdido el significado y sentido correcto de ella. Me refiero a que en muchos casos, el título de “pastor” significa “el predicador”, “el encargado principal”, “la autoridad máxima de la iglesia” y “el hermano de más importancia en la congregación”. Estos conceptos de carácter, actitud o posición, son ajenos a lo que encontramos en las enseñanzas del Nuevo Testamento.
En el Nuevo Testamento encontramos dos, y solamente dos trabajos instituidos y formales relacionados a la iglesia. En primer lugar vemos a los ancianos o dirigentes. En segundo lugar vemos a los diáconos. El enfoque del trabajo de los dirigentes se relacionaba con el bienestar espiritual de la asamblea. El trabajo de los diáconos de la iglesia primitiva se relacionaba con ciertos ministerios de administración y servicio, aunque no se limitaba a ellos.
La pluralidad en el liderazgo
Hay varios términos que se utilizan para referirse al trabajo de los dirigentes. Se reconoce, casi universalmente, que los términos bíblicos en el Nuevo Testamento para obispo, anciano, dirigente o “sobreveedor”, son diferentes títulos para referirse al mismo servicio. El título de “anciano” o “dirigente” hace énfasis en el carácter honorable o respetuoso del obrero, mientras que el título de “sobreveedor” enfatiza la función, el propósito y servicio del ministerio. No entraremos en largas explicaciones en este punto sobre los muchos detalles respecto a los dirigentes. Sin embargo, queremos tocar unos puntos que podríamos considerar primordiales, como recordatorio para nuestras congregaciones y para otras que comparten estas convicciones bíblicas.
En primer lugar, en ninguna parte del Nuevo Testamento se promueve la idea, ni el modelo, de una asamblea o congregación con un solo pastor. En las cartas de Pablo, cuando dirigía sus palabras al liderazgo de las iglesias, siempre hacía referencia a LOS dirigentes (en plural). En ninguna parte habla de la función de este liderazgo en forma singular.
El modelo bíblico que tenemos en cuanto a los pastores en las iglesias es el trabajo en equipo, de pluralidad, de varios hermanos dirigentes trabajando juntos, y no de un modelo romano de liderazgo jerárquico. De hecho, no existía en la iglesia primitiva un sistema como el que encontramos en muchas iglesias de nuestra era.
Hoy, es común oír de hombres “calificados” o “preparados” para “pastorear” por virtud de sus estudios teológicos. Luego de estudiar en una institución se les llama para ocupar el puesto de pastor. Ahora bien, para nada estamos en contra del estudio formal. Al contrario, lo recomendamos, pero bajo ciertas condiciones. Siempre hemos animado y ayudado a los hermanos, especialmente a los jóvenes, a “prepararse”, pero el punto de vista que tenemos en cuanto a “la preparación” es muy distinto a lo que vemos en la gran mayoría de las instituciones académicas o teológicas.
La mejor preparación para el liderazgo en la iglesia es el discipulado y el servicio en medio de la misma. A veces el estudio “fuera” del contexto de la comunidad puede ayudar, aunque no siempre. Luego hay entrenamientos especializados para trabajos fuera de la congregación, como es la preparación de misioneros transculturales. Pero aún en estos casos, el servicio y discipulado dentro de la iglesia ayudará al candidato a ser más humilde, sabio y un mejor líder en el campo transcultural. Ahora bien, reconocemos que en muchas iglesias estos conceptos son desconocidos. Hablaremos de ellos más adelante. Aquí solamente estamos enfatizando el hecho de que, cuando se trata de liderazgo bíblico, el perfil del líder, según el Nuevo Testamento, trata mucho más con la persona, su carácter y su integridad que con sus estudios académicos y conocimientos.
Si alguien aspira…
“…si alguien aspira a un puesto de dirigente en la iglesia, a un buen trabajo aspira”. Aparentemente el puesto de liderazgo en la iglesia original estaba abierto para cualquier hermano que calificara según las normas morales y espirituales establecidas. Se puede analizar con mucho cuidado 1 Timoteo 3:1-7, pero no es necesario tanto estudio para reconocer que el texto enfatiza el carácter moral y espiritual del interesado, mucho más que sus habilidades o dones, y más todavía que sus conocimientos académicos.
Los dones de cualquier dirigente operaban independientemente de su puesto como dirigente. Hermanos, favor de llevar siempre presente esta verdad; que el puesto y propósito de ser un dirigente es una cosa, y el don de cualquier dirigente es otra.
En ningún lugar del Nuevo Testamento encontramos congregaciones que hayan votado para nombrar a algún hermano para ocupar un puesto de dirigente en la iglesia. Más bien, cuando un hermano demostraba las cualidades necesarias y la estabilidad espiritual, además del deseo para formalizar su ministerio como ovejero, era reconocido por lo que ya era y lo que ya estaba haciendo. (Lo que “ERA” habla de su carácter, y lo que “HACÍA” habla de su servicio). Dice la Palabra: “Si alguien aspira a un puesto de dirigente….”. Entonces hay dos componentes: el primero es su deseo, y el segundo son sus cualidades morales y espirituales necesarias.
No había un número establecido de dirigentes y, por supuesto, las iglesias no se limitaban a un solo pastor. Aunque se reconoce en todos los círculos cristianos la pluralidad de liderazgo presentado en el Nuevo Testamento, no todas las iglesias siguen este modelo. Y en muchas iglesias que dicen practicar la “pluralidad” de liderazgo, lo envuelven dentro de una estructura romana, que a fin de cuentas no es en realidad pluralidad de liderazgo.
Que Dios los bendiga ricamente a cada uno de ustedes, nuestros amigos y consiervos profundamente apreciados.
Rick y Eunice