LA GRAN DIFERENCIA ENTRE UN PADRE Y UN PAPÁ

Todo pastor, líder o responsable que está leyendo esta REFLEXIÓN tiene a su alrededor personas que nunca han sentido el amor genuino de un verdadero padre, “un amor de papá”. Desafortunadamente, muchos jovencitos crecen con desprecio hacia su padre. Algunos cargarán por años con la amargura de no sentirse amados y eventualmente se convertirán en la misma figura que desprecian. No obstante, hay personas como usted que se han convertido en una figura paterna “adoptiva” especial para algunos jóvenes que necesitan un padre, un papá espiritual en sus vidas. En algunos casos han resultado relaciones increíbles similares a la que vemos en Pablo con Timoteo. El cimiento está establecido en dos cosas:

  1. El discipulado verdadero y,
  2. la iniciativa con la intencionalidad.

La semana pasada tuvimos la bendición de observar ese especial “amor de papá” expresado de numerosas maneras y en numerosos contextos con el equipo ministerial CIMA de Bogotá, Colombia. El siguiente es un ejemplo que puede servir para inspirarnos a cada uno de nosotros en nuestros propios círculos de servicio.
¡ÁNIMO!,
Rick y Eunie

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LA GRAN DIFERENCIA ENTRE UN PADRE Y UN PAPÁ

Todavía era temprano cuando llegó José con unos amigos a la puerta. Ahora, un poco más grandes, pero aun llevando las fuertes cicatrices de su niñez. Cada uno de ellos ha experimentado una amplia gama de violencia y abuso. Cada uno sabe bien lo que es ser herido y herir a otros. Es evidente que saben lo que es el abandono, lo que se siente ser despreciado, rechazado, abandonado y desatendido. No son ajenos a la humillación de tener que ir de puerta en puerta pidiendo pan para saciar su hambre.
Uno de ellos soportó los abusos de ser golpeado brutalmente, otro temió repetidamente la terrible sensación de sentirse impotente mientras era retenido, asfixiado y golpeado por su padrastro, esas cosas entre otras experiencias de violencia, maltrato y terror.

Tristemente las experiencias de estos amigos no son extrañas ni “extraordinarias” en esta comunidad caracterizada por alcoholismo, drogadicción, crimen, violencia y familias disfuncionales. Lo que no es tan común es ver a jóvenes como los mencionados viviendo sus vidas con gratitud ante Dios y los demás. Si bien muchos de los jóvenes aquí pronto repiten el ciclo vicioso con el que crecieron, estos jóvenes en particular, aunque marcados por tanto abuso y violencia, están disfrutando de una nueva forma de pensar, una nueva forma de vivir, una nueva comprensión sobre el amor, la familia, la integridad, los valores, carácter y convicción de quiénes son ahora que están confiando en Jesucristo.

Era temprano cuando llegaron y llamaron a la puerta. Les abrimos y entraron los jóvenes. Se sentaron alrededor de la mesa para compartir con nosotros un pequeño desayuno y un tiempo de convivencia, cada uno compartiendo lo que están aprendiendo, cómo Dios ha cambiado sus vidas e incluso cómo han sido objeto de burla y menosprecio en la escuela debido a su firme confianza en Jesucristo.

Hace varios años estos muchachos eran unos más entre la multitud de los chicos problemáticos y conflictivos de la comunidad, pero les invitamos a entrar y formar parte del ministerio educativo discipulado CIMA donde estamos sirviendo. A lo largo de los años con nuestro equipo ministerial, vivieron numerosas experiencias y actividades nuevas para ellos, encontraron un refugio seguro, fueron amados, y ayudados; y fue entonces cuando también escucharon la historia de Dios desde el principio. Recordamos que en ese tiempo les resultó muy difícil creer que el Dios Todopoderoso del relato bíblico se interesaría por ellos. Sin embargo, a lo largo del proceso, poco a poco llegaron a no solo creer en Dios sino a creerle y a confiar plenamente en Él. Uno de los resultados es que ahora son seguidores del Dios que se convirtió en el padre que nunca tuvieron, el amigo que nunca soñaron posible y el destino más allá de lo que podían imaginar.

Aunque no es siempre fácil navegar algunas de las situaciones, conflictos y dificultades, es siempre un honor esforzarnos a representar los propósitos eternos de Dios en lo que Él quiere hacer en cada vida. Puede ser un desafío llevar a un jovencito que tiene un concepto total y completamente negativo de lo que es y de lo que significa “padre” al punto en que pueda ver al Padre Celestial, pero desde una perspectiva totalmente diferente, incluso hasta el punto de exclamar “¡Papá! ¡Abba, Padre!” Es un proceso que requiere disciplina, paciencia, acompañamiento, mucho tiempo, discipulado intencional y más.

Quizás conoces de algún joven en tu propio entorno que aún nunca ha conocido lo que es ser valorado, lo que es una familia, lo que es ser amado y cuidado, y mucho menos una “figura paterna” que tuviera algo que ver con la idea de un hombre verdadero, real y genuino, y menos todavía, uno al que podría llamar “papi”. Quizás tienes a la mano alguna alma preciosa que aún no ha tenido la oportunidad de escuchar con claridad la historia del Gran Abba Padre y entender el significado de Su mensaje para su vida.

Quizás para muchos de nuestros lectores las palabras “padre”, “papá” o “papi” sean sinónimas. ¡Sin embargo, para muchos de los jóvenes con los que trabajamos, las ideas asociadas con estas palabras son mundos aparte! Sin embargo, la diferencia que ha traído transformación en las vidas de algunos de estos jóvenes no ha sido tanto información acerca de lo “qué es” un verdadero padre, sino más bien ha sido una relación con “QUIÉN ES” ese Abba Padre, ese querido Papá.

Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Papá!» Romanos 8:15 TLA

Bendiciones,
Equipo Cima – Bogotá
¡Ánimo!
Rick y Eunice