Saludos para todos y cada uno de ustedes nuestros respetados, valorados y apreciados hermanos, amigos y consiervos–
Hace unos días recibimos esta REFLEXIÓN por parte del equipo CIMA en Bogotá, Colombia. Esta REFLEXIÓN nos sirve para recordar que a Dios no le interesa los cambios externos en el comportamiento del hombre, cambios producidos por influencias externas.
Nos invita a meditar en como la obra de Dios en el hombre está relacionada con una nueva vida, “nacida-de-nuevo”, vida espiritual. No tiene nada que ver con el esfuerzo humano de simplemente “reformar” su vida carnal para darle una apariencia más atractiva, refinada y aparentemente “piadosa”.
Con esta REFLEXIÓN de los hermanos de Bogotá, les enviamos un fuerte abrazo. ¡Ánimo y adelante en el buen trabajo que cada uno está realizando!
Rick y Eunice
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¿Acaso fue Moisés grosero?
Sucedió hace unos días en el tiempo de la enseñanza con los niños en el Club la Cima. Estábamos mirando la historia cuando Dios se le apareció a Moisés en una llama de fuego en medio de una zarza. Muchas veces, en los tiempos de la enseñanza bíblica, acostumbramos a hacer algo de broma con los niños con el fin de mirar si están poniendo atención a los detalles del relato bíblico.
Cuando llegamos a esa parte de la historia de Moisés delante de la zarza, en el momento en que Dios le dijo a Moisés que le quería enviar a Egipto para liberar a los israelitas, en vez de leer la historia correctamente, introducimos una pequeña trampa o broma.
Comenzamos a explicar a los niños que Moisés estaba muy emocionado y encantado por la oportunidad de presentarse ante faraón y aceptaba con ánimo la misión. ¡De repente uno de los niños interrumpió la enseñanza! Levantó su voz y dijo: “¡No! !No, así no fue“. El pequeñito siguió hablando, con toda seriedad y decisión para corregir lo que era para él una gran desviación de la verdad de la historia y dijo: “Moisés no aceptó lo que dijo Dios sino más bien le dio….“, y con un dedo el niño hizo un gesto que en muchos contextos representa un símbolo ofensivo y grosero.
Desafortunadamente en nuestro barrio, para muchos de los niños esos gestos y las palabras correspondientes son parte de su orientación normal y natural de cómo comunicarse. Para ese niño, estaba simplemente queriendo comunicar que la reacción de Moisés no fue tan favorable.
Quizás en muchos contextos fuera del barrio, lo sucedido hace unos días podría escandalizar a algunas personas. Quizás tendrían un concepto negativo de estos niños y etiquetarles como “rebeldes”, “sin respeto” y por supuesto “groseros”; ¡y con una urgente necesidad de ser corregidos! No obstante, en nuestro contexto, este tipo de cosas nos es muy común, especialmente al tratar con los niños que tenemos en el programa educativo-discipulado CIMA.
Cuando el niño terminó de “corregirnos” en la explicación de la historia, los otros niños expresaron que ellos también estaban de acuerdo que habíamos cometido un error en cuanto a la actitud de Moisés en el relato. Por nuestra parte, no hicimos absolutamente nada para corregir, recriminar, reprender o regañar al niño. Simplemente asentimos que Moisés se había negado rotundamente al llamado de Dios y continuamos con el desarrollo de la lección.
Esto nos ha llevado a pensar en algo tristemente común en nuestros contextos evangélicos. Con
mucha frecuencia procuramos corregir o cambiar las formas de comportamiento de aquellos que manifiestan alguna conducta reprochable o desagradable para nosotros. Tradicionalmente tenemos unas “escalas de valores” que la mayoría de las veces están sesgadas por la religiosidad u algún otro patrón cultural, tradicional o social.
Intentamos y deseamos que las personas demuestran externamente un “buen comportamiento” en cuanto a nuestros contextos evangélicos, en un culto por ejemplo. A veces enfatizamos tanto lo externo que en nuestras iglesias podemos encontrar individuos que no han nacido de nuevo, que no son salvos, pero que han terminado creyendo que son hijos de Dios debido a que han aprendido a conformarse a estas normas y expectativas externas.
Seguimos aprendiendo que es pertinente y necesario olvidarnos de nuestros gustos y abrazar el principio de aceptar, amar y estar con las personas tal como son. Nuestra misión no consiste en cambiar a nadie sino más bien en guiar al individuo, sea niño o adulto, por medio del discipulado y la dirección del Espíritu Santo a escuchar y entender el significado y el propósito de la historia que Dios nos dejó en la Biblia. Nuestro deseo es conectar a otros con el Señor y Salvador Jesucristo, y entonces, ya nacido de nuevo, actuará como persona transformada.
Queremos animarnos a todos, sin importar el lugar donde esté cada uno, a no perder la perspectiva acerca de quién cambia las personas desde lo interno hacia lo externo. Es solo por la obra de nuestro Señor Jesucristo que nuestras vidas y las de aquellos con quienes trabajamos pueden experimentar la transformación por medio de su Santo Espíritu. ¡Nuestra labor es mínima, pero poderosa cuando es guiada por Dios!
Lo ocurrido del otro día fue una oportunidad para nosotros de meditar en nuestras propias vidas. ¿Acaso fue Moisés grosero? !Buena pregunta! Pero quizás la pregunta más importante aún es si en nuestra respuesta a Dios, en nuestras actitudes delante de Él, en nuestros valores, propósitos o estilo de vida, si nosotros hemos sido groseros.
Dios los bendiga,
Benjamin y Equipo CIMA — Bogotá, Colombia