Tercera de una serie de cuatro breves reflexiones:
Tercero: Si uno desea ser uno de los dirigentes, pastores o líderes, debe entender claramente que su servicio implica la necesidad de estar siempre pensando en los hermanos y en los perdidos, orando por ellos, preocupándose por su bienestar. Los que se dedican a estas cualidades bien pueden dejar de preocuparse por sus predicaciones y sermones, pues su vida diaria se convertirá en una gran enseñanza. Su vida ya estará en un camino mejor, el camino hacia el discipulado con los hermanos.
La enseñanza de la Palabra es un trabajo muy importante, pero si el mensajero no refleja la vida de su mensaje, tampoco tendrá mucha vida su mensaje para la gente. Hay “pastores” que invierten muy poco en los hermanos. Están mucho más ocupados preparándose para pararse detrás del púlpito, que para invertir tiempo en los hermanos y en su desarrollo. ¡Están demasiado ocupados preparando sermones que no les queda tiempo para servir, ayudar y animar a otros a enseñar!