El desarrollo creciente del discipulado en varios círculos cristianos y su multiplicación motivó el interés de otros pastores por saber más de este movimiento dinámico. Sus preguntas se relacionaban con cómo ellos también podrían experimentar un mayor crecimiento en sus iglesias. Sin embargo, el interés de los pastores fue recibido con una pregunta formulada por el pastor Isaí — ¿Estás dispuesto a perder tu iglesia? Era una pregunta extraña, y a la vez llamativa.
No obstante, la pregunta del pastor Isaí reflejaba su experiencia personal en el camino del discipulado. Doce años atrás había tomado el taller sobre el Discipulado Edifiquemos Sobre Cimientos Firmes. Como resultado, Isaí tuvo la convicción que era necesario realizar algunos cambios radicales en la forma de enseñanza de la iglesia. Si bien la iglesia tenía una sana enseñanza bíblica, poco tenía que ver con el discipulado funcional al que la Palabra nos llama.
A medida que la iglesia empezó a moverse hacia la enseñanza enfocada en el discipulado, ¡los miembros de la iglesia comenzaron su éxodo! ¡Al final del proceso, la iglesia se había reducido a un total de 7 miembros! ¿Habia sido un fracaso el haber abandonado los métodos populares y tradicionales de crecimiento? ¿Había sido un error que la iglesia se enfocara en alcanzar, enseñar y discipular a otros? En ese momento, desde el punto de vista de muchos “expertos” y líderes religiosos, una iglesia con solo siete miembros restantes era un fracaso total obvio. La continuación de esta historia está interesantemente relacionada con algo que Jesucristo mismo inició hace casi 2000 años con un pequeño y humilde grupo de discípulos que comenzó a multiplicarse y terminó impactando el mundo entero.
Hace unos días, el pastor Isaí compartió parte de su historia con alrededor de 90 líderes, pastores y maestros que sirven en una docena de congregaciones y ministerios; y que se habían reunido por varios días para participar en la capacitación del Discipulado Edifiquemos Sobre Cimientos Firmes en Cali, Colombia.
Isaí inició explicando que, aunque la enseñanza anterior de la iglesia era bíblicamente sana, al mismo tiempo había sido involuntariamente mal dirigida. Compartió que doce años atrás había participado en el mismo taller y como resultado concluyó que era necesario realizar algunos cambios radicales. Describió cómo se inició el proceso de navegar con la iglesia hacia el discipulado y al ministerio de alcanzar a los que nunca habían tenido la oportunidad de escuchar y entender la historia de Dios. Al iniciar la enseñanza bíblica cronológica en la congregación y con el enfoque en el discipulado, ¡se generó un éxodo masivo de los miembros de la iglesia!
Isaí compartió abiertamente sobre sus luchas a lo largo del camino. Al final del proceso, la congregación se había reducido a un total de solo siete miembros que tenían la convicción e intención de seguir adelante. Isaí hizo una breve pausa y, de sus ojos brotaron lágrimas, ¡lágrimas de alegría!
Luego procedió a explicar cómo el pequeño grupo de apenas siete discípulos comenzó a crecer y multiplicarse, primero en vidas transformadas, luego florecieron nuevos ministerios que empezaron a extenderse. A medida que los discípulos comenzaron a enseñar a otros, éstos continuaron el modelo bíblico y como resultado surgieron nuevos grupos y asambleas
En uno de los grupos de enseñanza había un niño de la comunidad que asistió fielmente a todos los estudios sobre la historia de Dios. A medida que aprendía la historia de Dios, el niño la compartía con sus padres en casa. Hoy todos los miembros de su familia son seguidores de Dios.
Mientras Isaí terminaba agradeciendo a Dios por Su obra maravillosa, mis ojos miraban hacia las decenas de hombres y mujeres nacidos-de-nuevo, fruto del trabajo del grupo del pastor Isaí, que habían venido a participar en el entrenamiento desde diferentes lugares y ciudades. Estos fieles servidores representan numerosas obras, ministerios, iglesias, diferentes comunidades y grupos; pero todos comparten un denominador común — son fruto de un discipulado multiplicado.
Hoy, pastores siguen acudiendo al pastor Isaí, para consultar con él, y saber qué está haciendo y como está haciendo para crecer en el ministerio. La pregunta persistente a estos líderes eclesiásticos es la misma: ¿Estás dispuesto a perder tu iglesia?
La pregunta de Isaí me llevó a reflexionar sobre la expresión, “tu”, “tu iglesia”. Este es un término posesivo, que indica precisamente lo egoísta de las acciones del hombre. La referencia actual a las cosas “mías”, las cosas “tuyas”, son patrones que no siempre reflejan los intereses y buenos propósitos de Dios y la vida a la manera de Dios. Toda religiosidad, el misticismo de las ceremonias tradicionales y mucho de la cultura evangélica tradicional nacen del egoísmo.
Todo pastor genuino debe responder a la pregunta de Isaí con mucha convicción que “Sí, estoy dispuesto a perder…”, no solo debemos estar dispuestos a perder “lo nuestro” en cuanto a la iglesia, sino todo lo que es repulsivo delante de Dios y canceroso para nuestras vidas. De hecho, estos son los primeros pasos hacia el verdadero discipulado.
El capítulo 11 de Hebreos nos habla de una fe que de muchas maneras está en gran contraste con la fe egocéntrica y popular, promovida por algunos “predicadores” en programas como “Enlace”. Luego, en el capítulo 12:1, encontramos una exhortación edificada en el ejemplo de la fe a la manera de Dios detallada en el capítulo anterior. El texto nos exhorta a dejar a un lado no solo “el pecado que nos enreda” sino también “TODO LO QUE NOS ESTORBA’”. Hebreos 12:1 − Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante.
Para poder correr con fortaleza la carrera que tenemos por delante, debemos dejar a un lado TODO lo que nos estorba. Quizás los pronombres posesivos — “lo nuestro”, “mi” o en “tu” iglesia, son precisamente lo que impide que sea de verdad “SU” iglesia, la iglesia de Jesucristo, el Cuerpo de Cristo centrado en Él, y en Su mandato de ir y hacer DISCÍPULOS.
Esperamos que esta reflexión de la historia de Isaí sea de ánimo e inspiración para cada uno de nosotros. Damos gracias a Dios por el hermano Isaí y también por cada uno de ustedes. ¡Gracias Isaí por tu valentía que te llevó a “perder tu iglesia” para edificar en gran manera SU iglesia!
Hace casi 12 años Isaí y su esposa se quedaron prácticamente sin nada, solos con un pequeño y humilde grupo de discípulos. ¡Pero este grupito de discípulos decididos se ha multiplicado en la extensión y la edificación de la iglesia y el reino eterno de Dios!
El testimonio compartido de Isaí hace unos días nos dejó reflexionando sobre cómo el mundo entero fue impactado por un humilde grupo de discípulos que hace 2000 años comenzó a multiplicarse.
¡Y la historia continúa! ¡Tu historia también cuenta! ¿Serás parte?
ResponderReenviar |