Al llegar al final de su vida, Pablo compartió las siguientes palabras: “He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel”. (2 Timoteo 4:7).
Varios años antes, Pablo escribió a los Corintios usando entre otras ilustraciones la de una carrera (1 Corintios 9:24-27). En nuestros tiempos modernos este texto ha sido utilizado en muchos contextos para exhortar al pueblo de Dios, incluidos los que están siendo preparados para el liderazgo ministerial, el pastorado y la vida misionera.
Unos de los puntos mayormente enfatizados en muchas de las enseñanzas basadas en este texto son entre otros, la importancia de ser fiel, de seguir adelante y de no ser descalificado. Muchos de nosotros hemos oído buenos ejemplos ilustrativos cómicos de carreras donde los corredores fueron descalificados por hacer trampa a sus compañeros o por tomar algún atajo u otras cosas abiertamente ilegítimas. En la esfera ministerial, su contraparte correspondiente donde se habla de “obreros de Dios” descalificados se ve mayormente en asuntos de inmoralidad, orgullo y hasta robo entre otros temas.
En medio de los retos y los tiempos que estamos viviendo, Eunice y este servidor de ustedes queremos animarles a dedicar unos minutos a evaluar no solo lo que está haciendo, sino también cómo lo está realizando. Queremos animarnos a todos a considerar no solamente el importante peligro de ser descalificados en la carrera, sino también lo que nos puede dejar fracasados y derrotados a medio camino. A fin de cuentas, ser descalificado o simplemente perder nos deja donde no debemos terminar.
Lo que viene a continuación son cuatro versículos ubicados en 1 Corintios 9:24-27 que deben representar un reto y a la vez llenarnos de ánimo a todos y cada uno de nosotros:
“Ustedes saben que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien, corran ustedes de tal modo que reciban el premio. Los que se preparan para competir en un deporte, evitan todo lo que pueda hacerles daño. Y esto lo hacen por alcanzar como premio una corona que en seguida se marchita; en cambio, nosotros luchamos por recibir un premio que no se marchita. Yo, por mi parte, no corro a ciegas ni peleo como si estuviera dando golpes al aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros”.
Tomemos en cuenta varios puntos preliminares importantes:
1. Pablo nos exhorta en cuanto a CÓMO correr. No se refiere a que solo uno puede ganar el premio sino que nos anima a cada uno a correr como el que realmente quiere ser premiado.
2. Esta carrera de la que habla Pablo no se trata de la salvación. Más bien, se trata de nuestra vida siendo una expresión de gratitud a Dios por la salvación.
3. De manera ilustrativa, Pablo trata con dos temas que seguimos enfatizando en los entrenamientos de Cimientos Firmes como también en otras enseñanzas — la importancia de “QUÉ” estamos haciendo y la súper gran importancia de “CÓMO” lo estamos haciendo.
¡Hay un premio! ¡Dios quiere premiar a Sus hijos! Pero parte de lo que da valor a ese premio, es la participación activa de nosotros. ¡Hemos sido invitados a “una carrera”, no para ser espectadores, ni para jugar en la pista, sino para correr! El premio no es para los que se apuntan sin intención de participar. El premio no se consigue entrando a la carrera con un cono de nieve en la mano y una mentalidad de fiesta, trotando un poco, luego tomando recesos, retiros, siestas, descansos, luego trotando un poco más. El premio es para los que entran en la carrera con carácter, con seriedad, con sus ojos en la meta, corredores disciplinados y responsables.
A continuación revisaremos tres características básicas para todo aquel que realmente desea lograr el premio, el mismo premio que recibió nuestro apreciado hermano Pablo (1 Corintios 9:24-27):
Primero: Se requiere una actitud de humildad, dominio propio y responsabilidad.
En un texto relacionado, se nos deja en claro la importancia de fijarnos bien en el camino para evitar dos peligros distintos, dos áreas de riesgo que nos presentan constantes amenazas. Hebreos 12:1, nos advierte:
“Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante”.
Vemos que hay dos vías que llevan al fracaso. Desafortunadamente la mayoría de nuestras instituciones teológicas se enfocan casi exclusivamente en “el pecado que nos enreda”: y que tristemente lleva muchas veces a la descalificación. Pero hay otro peligro que, en mi opinión personal, es más prevalente y muchas veces abiertamente aceptado entre los de la comunidad evangélica y hasta entre los pastores, misioneros y otros obreros. Eso es, el asunto de “TODO lo que nos estorba”. Mi conclusión personal en cuanto a la deficiencia integral relacionada con la comunidad cristiana es que se debe a la ausencia del discipulado bíblico. Mi conclusión personal es que la mayoría de las iglesias simplemente no tienen un discipulado funcional. Por eso, tanto en algunas instituciones teológicas, en el liderazgo de algunas iglesias y en las congregaciones, el asunto del “pecado que enreda” es mayormente de enseñanza temática, mientras que el asunto de “todo lo que estorba” tiene que ser aprendido mayormente en un contexto de discipulado. Hay muchas facetas en cuanto a esta observación, pero seguimos con el tema principal.
Es verdad que demasiados nacidos-de-nuevo se han quedado “enredados en el pecado” y descalificados, pero muchos más todavía se han quedado atrás, igualmente fracasados, porque no han podido avanzar debido a que han dejado que “todo lo que los estorba” domine sus vidas.
Ambos, tanto todo lo que nos estorba, como también el pecado que nos enreda, lo tenemos que entender relacionado con nuestra humildad, nuestro dominio propio y nuestra responsabilidad personal. No podemos echar la culpa al compañero, ni al Chancludo. Es un asunto personal de cada uno. Dejemos resonar las palabras de Hebreos 12:1 Tenemos muchos ejemplos de ánimo que nos rodean, desde las Escrituras y hasta la fecha….. Entonces, ¡ÁNIMO! “dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante”.
Segundo: Se requiere dirección, propósito y compromiso.
Debemos ser sabios y discernir hasta donde ha infectado a la comunidad cristiana el moderno “cristianismo lite”. Debemos tener claridad de cómo el significado bíblico original ha cambiado. Es necesario tomar en cuenta que hay una gran diferencia entre “creer en Cristo” y “nacer de nuevo”. Hay un gran contraste entre “aceptar a Cristo en su corazoncito” y “entregar su corazón, con todos sus valores, propósitos, dominios e intereses a Cristo, junto con el timón de su vida”. No es lo mismo “ser bautizado en la iglesia” y “ser plenamente identificado en la vida en Cristo después de dejar la vida vieja sepultada”. Hoy día “ser cristiano” no necesariamente significa “ser seguidor de Jesucristo”.
Estos son unos pocos ejemplos. El punto por el cual es importante ver estos conflictos con claridad es, que de lo contrario, será totalmente imposible tener una visión clara en cuanto a nuestra dirección, nuestro propósito y nuestro compromiso; esenciales para poder correr hacia la meta. No debemos confundir la mucha actividad y movimiento cristiano con avances legítimos y reales en la carrera que tenemos por delante. 1 Corintios 9:26 nos habla de “CÓMO” correr. El que desea correr bien debe ser decisivo, enfocado, entregado, comprometido. Además de las cualidades mencionadas en el primer punto: la humildad, el domino propio y la responsabilidad personal. También se requiere del corredor: su enfoque centrado en la dirección de Dios, en Sus propósitos y un compromiso personal de someter todo a estos principios. De lo contrario, en algún momento tendrá intereses conflictivos y estos lo llevarán a un fracaso. En su carta a los Filipenses Pablo nos muestra estas cualidades y características brillando en su vida:
Filipenses 3:12-14, “No quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me alcanzó primero. Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús”.
Tercero: Se requiere disciplina.
No hay manera de enfatizar suficientemente la importancia de la disciplina. Es una de las cualidades sobresalientes, esenciales, más importantes y primordiales para todo aquel que tiene o quiere tener una participación en el liderazgo. La disciplina se relaciona con casi todo lo demás. Se relaciona con las otras cualidades ya mencionadas, como también con lo que el Espíritu Santo produce directamente (Gálatas 5:22-25).
En el mundo deportivo, la disciplina es básica y fundamental en cada etapa del entrenamiento. En toda carrera la disciplina es primaria. Sin la disciplina propia, la profunda e importante advertencia de Hebreos 12:1 queda estéril en “la sana doctrina” pero no en “la sana vida”. Para algunos nacidos-de-nuevo, el tema de la disciplina es una gran lucha, pues se necesita un poco de disciplina para disciplinarse a aprender y profundizar en la disciplina. Esta lucha puede ser superada por muchos cuando en la iglesia hay un discipulado funcional, donde un hermano más maduro puede discipular a otro que desea aprender. Donde no hay un discipulado funcional es difícil, pero no imposible crecer en la disciplina propia.
Uno puede empezar ahora mismo. ¡Quizás algunos tuvieron que “disciplinarse” para seguir leyendo y meditando hasta llegar a esta frase en esta meditación! Pero si hemos llegado hasta aquí, entonces también podemos volver a Hebreos 12:1 y hacer cada uno una lista de dos, o tres cosas que están estorbando en su vida….Y luego tomar acción, dejando a un lado TODO lo que nos estorba. Es una oportunidad para evaluar su vida: ¿Qué te está estorbando y debe ser dejado? Y una pregunta relacionada, ¿Hay algún pecado envuelto en tu manto espiritual que no haya sido tratado? Dejemos a un lado también el pecado que nos enreda.
Queridos hermanos, todo está expuesto delante del Dios de los Cielos. El arrepentimiento es el camino si hemos dejado nuestro primer amor. Todos o casi todos ustedes leyendo estas líneas son líderes. Hoy es un buen día para evaluar el liderazgo, para evaluar nuestras vidas. ¿Estás corriendo bien? ¿Hay algo en tu vida relacionado con el enredo del pecado o un estorbo? ¿Estás en el camino del discipulado — recibiendo discipulado y discipulando a otros?
Ayudémonos los unos a los otros con, en y para este mismo ánimo, el mismo ejemplo, el mismo amor, el mismo espíritu y el mismo propósito. De manera que, también podamos alabar a Dios en el mismo lugar de encuentro, al final de nuestra carrera, junto con nuestro hermano Pablo quien dijo:
“He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida que el Señor, el Juez justo, me dará en aquel día. Y no me la dará solamente a mí, sino también a todos los que con amor esperan su venida gloriosa”. 2 Timoteo 4:7-8