UNA NUEVA VIDA, UN NUEVO DESTINO Y PARA ENTRAR A AMBOS, UNOS CALCETINES NUEVOS
Conocí a Oscar a principios de los 80s cuando fui a compartir en un instituto de capacitación misionera en Sur América. Varios años después, él y su familia fueron asignados a abrir una obra tribal en la selva venezolana.
Con dos de mis equipos de discipulado trabajamos junto a Oscar a lo largo de un par de años para cortar y abrir una pista de aterrizaje en la jungla y construir las casas para él y los otros del equipo misionero.
Pasaron los años y Oscar culminó su trabajo en ese lugar. Luego hizo la transición a varios ministerios relacionados. Uno de ellos fue el de trabajar en equipo con nosotros en el discipulado “Edifiquemos Sobre Cimientos Firmes” en varios lugares de Venezuela y Colombia.
Oscar tiene un amor por los perdidos. Una de las muchas cualidades sobresalientes en su vida es su autodisciplina e iniciativa para “hacerse todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles”. Tal es el caso de una familia en un pueblo no muy lejos de la finca donde vive Oscar y su familia.
Durante varios años se desarrolló una amistad especial con esta familia. Ahora, cada vez que Oscar y su esposa viajan para obtener los suministros enviados para los ministerios, obreros y varios misioneros como Oscar, pasan por este pequeño pueblo y se hospedan en casa de esta familia en ruta a la ciudad lejana donde llegan nuestras provisiones. La relación especial con esta familia ha facilitado muchas oportunidades maravillosas para compartirles la historia de Dios.
Durante estos últimos meses, cada uno de esta familia llegó a comprender y a estar convencidos de la verdad de la Palabra de Dios y el significado para sus vidas. El hombre más anciano de la casa, que estaba en muy mal estado de salud, también se vio profundamente impactado por el mensaje y nació de nuevo.
Además de las “provisiones de supervivencia” enviadas para los diversos ministerios, también se les ha facilitado algunas “cosas personales” para los misioneros, pastores y otros. Estos “detalles personales” han sido de ánimo y bendición para sus vidas en este tiempo de tremenda crisis en el bello país de Venezuela. Uno de los artículos personales que fueron enviados recientemente para Oscar y su familia fueron unos calcetines. Pero debido a como están las cosas, lo que se proporciona a una familia a menudo termina siendo compartido con otras personas que igualmente lo necesitan.
Recientemente Oscar hizo el viaje para recoger las provisiones ministeriales y personales que incluían los calcetines. En su viaje de regreso, al llegar al pueblo, se detuvo a pasar la noche en casa de la familia. Luego de llegar, sacó algo de la comida para compartir, y al ver la necesidad de la familia, Oscar también decidió compartir los nuevos calcetines que había recibido. ¡El hombre mayor y enfermo se sintió profundamente conmovido al recibir un par de calcetines nuevos solo para él!
Sostuvo los calcetines mirándolos intensamente, luego le ordenó a su hijo que guardara los calcetines para cuando él muriera. Miró a todos y dijo: “Yo sé que voy a morir pronto. Cuando me muera quiero que me pongan estos calcetines nuevos. ¡Coloquenme en el ataúd con mi cabeza elevada de manera que pueda mirar hacia mis pies y ver mis calcetines nuevos!”
Oscar siguió compartiendo la Palabra con esta familia, y Dios siguió inquietando sus pensamientos en lo más profundo de sus corazones. En poco tiempo, el hombre puso toda su confianza y esperanza en el Dios de la creación. Poco tiempo después llegó el momento de su partida. El señor, ahora nacido-de-nuevo, llamó a su hijo para despedirse antes de partir hacia su nuevo destino con Cristo.
“Ha llegado el momento”, dijo. “Ellos vienen a llevarme ahora. Ya voy a partir “. El hijo protestó y le suplicó a su padre que no muriera, diciendo “No, no digas estas cosas; no nos dejes. “ Pero su padre tranquilamente y con plena confianza respondió: “No, ya me voy. Es mi tiempo. ¡Mira! ¡Como se puede ver que han venido a llevarme a casa!”
Respiró una última vez y dejó su cuerpo con una gran sonrisa en su rostro. Sus últimas peticiones fueron atendidas. Lo colocaron en un ataúd con una almohada levantando la cabeza como si estuviera mirándose los pies y a sus calcetines nuevos.
Su tiempo de convertido fue corto, pero vibrante. Fue un testimonio de su fe en Dios y de su nueva vida. Su partida fue un testimonio de su plena esperanza y de su nuevo destino. Y sus nuevos calcetines fueron un testimonio de su gozo por cómo Dios le había enviado un mensajero para hablarle de la verdad y el significado de la historia de la vida eterna. Fueron un testimonio de su convicción acerca del amor de Dios por él. Una historia que incluía unos calcetines nuevos que no se usarían hasta que ya no fueran necesarios.
Quizás en ocasiones todos somos culpables de minimizar cosas que pueden parecer insignificantes. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado con lo que consideramos “de poca importancia”. ¡Desde hace mucho tiempo Dios ha favorecido tales cosas!
Entre una gran multitud de ejemplos encontramos a Moisés con un bastón, una vara simple que Dios usó para liberar a una nación. Observamos que para David fueron unas pequeñas piedras usadas para conquistar a un gran enemigo. Recordamos a una viuda pobre con una cantidad insignificante de harina y aceite de oliva que Dios multiplicó para provisión abundante y prolongada. Luego, estaba el niño que le dio a Jesús cinco panes y dos pececillos “insignificantes” que eran más que “necesarios” para hacer un gran milagro.
Hasta el día de hoy, Dios sigue usando las tonterías de este mundo para avergonzar a los supuestos sabios y a los débiles para avergonzar a los supuestos fuertes. A eso le podemos sumar hoy la historia de un hombre enfermo que recibió una nueva vida, un nuevo destino, ¡y para entrar a ambos, unos calcetines nuevos!
¡Damos gracias a Dios por la vida de nuestro hermano, amigo y consiervo Oscar! ¡Y hoy estamos dando gracias a Dios por tu vida también, por ser parte de esta historia y por ser de bendición multiplicada para muchos! Dios los bendiga.
Rick y Eunice